El día en que naciste

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Era 16 de mayo, la víspera del día de la Letras Galegas. Me desperté temprano, eran las 6:30 de la mañana y papá ya estaba a pie preparándose el desayuno para irse a trabajar. Me levanté como tantas otras veces y antes de volver a la cama, le di un beso y los buenos días a papá. Pero hoy era diferente, no podía volver a dormir. Las contracciones resonaban dentro de mí como tambores anunciando una gran noticia. Llevabas semanas preparándote y preparándome, pero este día era distinto: tu llegada era inminente. Quedaba poco para vernos mi chiquitín.

Entonces me levanté y papá preguntó; le dije que estabas en camino. Dijo que llamaría al trabajo y se quedaría con nosotros pero le dije que no, que se fuera; no había prisa. Él estaría de vuelta sobre las 5 de la tarde, así que se marchó. A media mañana el abuelo vino a buscar a tu hermana; aquel día comería con ellos y esperaría allí por papá. Así que ya estábamos tú y yo a solas; justo como quería estar, exactamente como necesitaba…. Así que poco a poco fui concentrándome en las sensaciones que estaba teniendo. Traté de tumbarme y descansar con aquella sensación que ya llevaba semanas acompañándome, pero tú ya habías comenzado tu viaje y querías que nos moviéramos. Llamé a E., “nuestra matrona”, para avisarla que estabas en camino y quedamos en que volveríamos a hablar cuando papá llegara. Y empezamos a bailar, bailamos mucho recuerdas?. Recuerdo que lo primero que escuchamos fue ACDC y bailamos y bailamos un montón de rato…, luego escuchamos canciones de grupos que le gustan a mamá; tenía una torre de cd’s y las bailamos una a una (Rolling Stone, Judas Priest, Barón Rojo, Barricada….) hasta que poco a poco fuimos bajando el ritmo (Bob Marley, Pink Floyd….). Mientras bailaba te sujetaba con mis manos desde fuera…, recuerdo que te animaba en tu viaje... y te hablaba…. Me sentía pletórica, eufórica!! Deseaba tanto abrazarte… Bailamos tanto que sudé como hacía tiempo que no hacía. Así que tras el “bailoteo” nos fuimos a la ducha. Aquella fue la última vez que te duchaste dentro de mamá. Recuerdo lo bien que me sentí después… relajada, tranquila y el olor de mi pelo….

Era casi mediodía y empecé a sentir hambre así que me hice de comer. Hice lo que me apeteció en ese momento, casi sin pensar. Comí sentada en el sofá mientras veía las noticias. Que relax…. Y así disfrutamos de aquel momento… y poquito a poco y apenas sin darme cuenta, los tambores empezaron a tocar fuerte, empecé a notar esas contracciones que anuncian que ya no hay marcha atrás. Eran sobre las 4 de la tarde y me sentía bien, tranquila, todo sucedía sin prisa, sin miedo, en paz. Sólo tú y yo. Comencé a sentir como mi cuerpo empezaba a desconectarse de mi mente. Y así fue como poco a poco me fui entregando a ti, no sólo mi cuerpo era tuyo amor, también mi alma. Ibas a nacer.

Ahora sólo quería silencio, oscuridad… Le escribí un mensaje a papá. A cada contracción mi cuerpo se relajaba más y más y tú avanzabas suavemente. Cada vez las contracciones eran más intensas y tú cada vez más cerca…. En silencio, bajé las persianas del salón de nuestra casa buscando la penumbra y me senté en la pelota. Mientras mi pelvis basculaba y se movía, gemía… tú buscabas la salida. Cada vez más embriagada me abanicaba a cada contracción mientras me relajaba más y más. Todo iba genial. Me sentía salvaje, poderosa!!. Y así estuve de la pelota al sofá y del sofá a la pelota hasta que oí la llave en la puerta. Eran papá y tu hermana. Tengo el recuerdo que prácticamente en cuanto les vi, empecé a sentir ganas de empujar, tú me empujabas desde dentro. Recuerdo que papá llamó a E. para decirle que viniera; me parecieron escasos minutos lo que tardó en llegar.

Papá y Ruth hablaban muy bajito, y atendían todas mis peticiones. Le pedí a papá que echase una manta en el suelo y cojines, tú empujabas y yo echaba la mano pero todavía no podía tocarte. Yo sólo quería estar sola. Tú hermana venía de vez en cuando y me preguntaba muy tranquila y muy bajito si necesitaba algo. Y yo pedía. Ella sin hablar, me daba de beber con una pajita. Sé que me sentí muy orgullosa de ella. Con 3 años sabía perfectamente qué hacer; y sobre todo, que no hacer. Papá y ella fueron un equipazo el día que naciste. Se me llenan los ojos de lágrimas al pensar en ellos dos; no tengo palabras….

Sonó el timbre, era ella, nuestra matrona. Al pensar en ella también se me llenan los ojos de lágrimas… tampoco tengo palabras. Ella entró, y sin hacer ningún ruido se arrodilló a mi lado, casi como haciendo una reverencia ante ti, casi a punto de nacer. Jamás me había sentido como en aquel día me sentí junto a ella. Oía sus palabras de aliento sin que hablase… y sentía sus caricias sin que me tocase…nos mirábamos…y me sonreía. Jamás olvidaré la delicadeza con que me trató, estaba sin estar… me resulta difícil describirlo con palabras. El calor que me hizo sentir, jamás lo olvidaré.

Tú empujabas desde dentro, y yo te dejaba salir. A cada contracción avanzabas un poco, y retrocedías otro poco. Me sentía cansaba y a la vez tranquila. Después de un rato así recuerdo que me impacienté…quería verte ya, y la sensación era extraña…diferente a lo que conocía. Recuerdo las sensaciones..., el aro de fuego, pero descendías lentamente, tardabas y yo me impacientaba… Y de repente, en ese momento que si conocía en el que piensas que ya no puedes más, naciste mi amor. Todo mojadito y calentito, dentro de la bolsa. Entonces comprendí. Entendí todo…. todas las sensaciones, todo el parto. Todo. Ese momento es magia. Entiendes todo. Entiendes la vida.

Y así fue como tuvimos la dicha de recibirte chiquitín. En casa, en paz, en silencio, en la intimidad. Y desde entonces, nuestro hogar, nuestra casa, tu casa, quedó para siempre impregnada de tu olor, de tu calor, y de más amor. Si cabe…

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