Así naciste

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Hace ya más de cuatro meses que naciste y todavía me parece un milagro. Llevábamos mucho tiempo deseando que llegaras y cuando me enteré de que estaba embarazada no me lo podía creer.

Mi primer embarazo no pasó de la séptima semana y después te hiciste esperar. Pasé los dos primeros meses sin llegar a asumir del todo que venías, me daba miedo hacerlo demasiado real por si algo iba mal, pero el tiempo iba pasando y seguías ahí.

Llevarte dentro fue una experiencia increíble, lo disfruté un montón y tu Aita y yo estuvimos súper felices.

Pronto empezamos a pensar en cómo sería tu llegada al mundo, yo siempre tuve claro que quería tener un parto tranquilo, con la mínima intervención así que le planteé a Aita la posibilidad de tenerte en casa. Desde el primer momento le gustó la idea así que contactamos con un equipo de matronas para informarnos.

Después de documentarnos bien y sobre todo tras la primera visita con E. tomamos la decisión, nacerías en la intimidad del hogar.

Fue una decisión muy meditada e informada y a lo largo del embarazo las matronas nos ayudaron a prepararnos para el gran momento. Nos resolvían dudas, nos aconsejaban y nos ayudaban a superar los miedos que iban apareciendo. Me aconsejaban conectarme contigo, ya que ésa sería la mejor forma de saber cómo estabas así que así lo hacía, te hablaba, te acunaba, te cantaba y nos comunicábamos…qué bien me lo pasaba!

En una de las visitas, me pidieron que escribiese cómo imaginaba que sería tu parto, y así lo hice…me imaginaba que sería un día muy frío de diciembre, con un cielo completamente azul y un sol radiante. Imaginaba que me pondría de parto de madrugada y que tú saldrías en la siguiente madrugada…

La verdad es que llegaste muy puntual, en la semana 40 de gestación. Yo salía de cuentas el domingo 28 de diciembre y nada parecía indicar que quisieses salir. El día 29 fui a monitores al hospital y me dijeron que no tenía contracciones y que estaba muy verde, aunque ya había empezado a perder el tapón mucoso. Por la tarde me fui sola a dar un largo paseo por la ría que resultó ser un paseo muy espiritual. Fui hablando contigo todo el camino, te contaba que ya estaba todo listo para que llegaras, que yo ya estaba preparada, y de alguna forma supe que esa noche empezaría todo…

No le dije nada a tu Aita para que no se pusiese nervioso, pero decidimos dormir separados porque él estaba muy acatarrado, no quería contagiarme y además yo necesitaba que descansase bien para tenerle recuperado y con fuerzas al día siguiente.

Esa noche me desperté alrededor de las 4 de la madrugada cuando empecé a ser consciente de que tenía contracciones. Me quede en cama un buen rato intentando dormir pero las contracciones se hacían un poco más dolorosas. Al cabo de un rato me levanté, me fui al salón y miré por la ventana, estaba empezando a amanecer pero ya se veía que sería un día de cielo azul, y por la escarcha que había en la hierba del parque, sería un frío día de invierno…sonreí, mi pronóstico se cumplía. Luego me puse a escribir en mi diario de embarazo, desayuné y estuve haciendo tiempo hasta que se levantó Aita, por suerte mucho más recuperado. Le dije que me iba a poner de parto y empezamos a organizarnos para el momento. Llamé a M., la matrona que estaba de guardia ese día para informarla, las contracciones todavía eran muy soportables y aunque eran regulares todavía venían espaciadas.

Después de que tu Aita hiciese unas gestiones de trabajo, nos fuimos a pasear por el parque de en frente de casa. Aguanté muy poco, el dolor empezaba a ser más intenso y venían las contracciones cada 4-5 minutos, me apetecía estar en casa. En casa me puse un poco de música en el móvil mientras me mecía en la pelota. Después de comer me tumbé en cama e intenté relajarme y así estuve un rato, luego fui pasando la tarde de un lado a otro de la casa, en el sofá, en la pelota apoyada en tu Aita, hasta que a eso de las 8 de la tarde el dolor era bastante intenso y llamamos a M. para que viniese. Creo que la necesitaba para tranquilizarme, las contracciones no venían demasiado seguidas pero eran muy intensas y empezaba a desesperarme. Cuando llegó me sugirió darme un baño así que eso hice, me metí en la bañera mientras Aita me iba mojando la barriga con la esponja…así estuvimos un buen rato. El baño me relajó un montón, las contracciones seguían aumentando la intensidad y mientras tanto llegó E., la otra matrona que me acompañaría en el parto. Había momentos que me desesperaba, estaba muy perdida sobre cuánto más podría durar esto, no supe en ningún momento cuánto había dilatado y como las contracciones aunque eran muy fuertes venían algo irregulares me tenías despistada. Tanto M. como E. me transmitieron calma y tranquilidad, nos dejaban a solas y venían cuando las necesitábamos.

Después del baño, el dolor era ya muy fuerte, no se cuánto tiempo pasó pero no aguanté mucho hasta que me metí en la bañera de nuevo, estar en el agua me sentaba muy bien.

Y allí estuvimos, Aita me daba ánimos en cada contracción y me calmaba echándome agua en la barriga. Después de un buen rato me recomendaron salir de la bañera, parecía que me había estancado un poco y me empezaba a cansar. Me senté en el WC y rompí aguas y por suerte eran transparentes, todo iba bien!…a partir de ahí todo se aceleró, empecé a notar ganas de empujar y de forma instintiva me puse a cuatro patas en el suelo del baño. Así empezaron los pujos, agarrada a la bañera y apoyada en la pelota que me permitía descansar entre cada contracción. No fue muy largo pero el dolor era desgarrador, con cada contracción me salía un grito que venía desde lo más profundo de mi. Mi cuerpo actuaba solo yo lo dejaba hacer. E., M. y Aita me daban ánimos, a cada rato controlaban que tu estabas bien y me iban diciendo cómo ibas bajando…fue un momento muy intenso.

Al fin, después de unos 40 minutos de pujos, a las 3:40h de la madrugada del último día del año, naciste. E. y M., que estaban detrás mía te agarraron y yo te cogí por debajo de mis piernas…menudo momento, ahí estabas! fue verte y romper a llorar, aún se me saltan las lágrimas recordando el momento. Aita también lloraba y tu mi vida también así que ahí estábamos los tres, abrazados entre lágrimas.

Fue una experiencia preciosa, tenerte en la intimidad de nuestra casa, sin prisas, un día que no olvidaré jamás. Nunca podría haberlo conseguido sin la ayuda de Aita que estuvo al pie del cañón en todo momento, ni de M. y E. que también me dieron la confianza que necesitaba, que escuchaban, aconsejaban y acompañaban y por supuesto sin tu ayuda, tú que tan fácil me lo pusiste y que me diste el regalo de convertirme en madre. Bienvenida al mundo mi vida y bienvenida a nuestra familia, tu familia.

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Parir en casa no es para todos, si estáis pensando en ello como la mejor opción para vuestra familia, esperamos poder ayudaros.

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